martes, 24 de julio de 2012

El pistoso y la carrucha

Este blog no es nada pretencioso, así que solamente puede ser un ruego: salvemos palabras. Hay palabras que no merecen morir. Palabras resonantes, rimbombantes, significadas, pegadas a nuestra piel. No merecen el castigo del olvido hasta su desaparición. Así que las pobres palabras olvidadas quieren tener en este trozo de papel virtual su tabla de salvación. Nos ponemos aquí en la ardua tarea de rescatar de la memoria a las palabras que merecen figurar en los letreros de los restaurantes, los epitafios de las tumbas, las matrículas de los coches y, por supuesto, en las pancartas de las manifestaciones nuestras de cada día.

En esta entrega inicial, cual serial de prensa escrita, ofrecemos dos palabras al precio de una: CARRUCHA y PISTOSO. Vamos allá.

La palabra CARRUCHA tiene entrada en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, que dice que es un sinónimo de polea. Nada más lejos de la realidad lingüística de mi tierra y de mi gente, que se refería con este palabro a la carretilla, elemento imprescindible en las obras caseras, con o sin licencia municipal. No me digan que no es una palabra sonora, despectiva de sí misma pero digna y altiva al mismo tiempo; una palabra que se puede utilizar igual en los quehaceres diarios que en una noche de carnaval. ¡Vivan las carruchas, a pesar de la crisis del ladrillo!

La palabra PISTOSO, por su parte, no tiene ni tan siquiera para sí el espacio que durante años y años se ganó por méritos propios en el diccionario de la RAE. En este caso, sin embargo, tengo firmes esperanzas en su supervivencia. Porque aunque estaba prácticamente muerta, fría de puro desuso, todo cambió un día de hace dos o tres veranos: el día que Florentino anunció el fichaje de Cristiano Ronaldo. Qué tío el tal CR7. Cada vez que se acerca a un micrófono puede pasar que suba el pan 20 duros o que provoque un aumento de la mortalidad por vergüenza ajena. Durante semanas y hasta meses estuve buscando el adjetivo que fuera capaz de describir de un golpe seco su nada compleja personalidad. Hasta que un día se me presentó lúcidamente, como lo ha hecho a lo largo de las historias la virgen María en todas sus formas virginales: estaba ante el PISTOSO por antonomasía, ante el gran arquetipo de PISTOSO, en definitiva, estaba ante el PISTOSO perfecto. Un individuo que se describe "guapo, rico y gran futbolista" y que se autoevalúa otorgándose "un 10", mientras que a sus compañeros les pone "un 9". Darse el pisto -esto sí está en el diccionario- es darse importancia. Darse el pisto dormido o despierto, mientras comes, mientras te duchas, mientras ves la tele o mientras te hurgas la nariz, eso es ser un PISTOSO. A Ronaldo no hay más que verle la pose en el campo, ese cuidado inigualable en que la gomina sujete cada uno de sus cabellos mientras practica deporte de alto nivel, para cogerle el güiro, quedarse con la movida, ficharlo for ever. Gracias por tu inestimable ayuda para salvar esta palabra, CR7.

En el próximo capítulo, si lo hubiera o hubiese, habría que afrontar el inquietante asunto de la diferencia entre BOLICHE, CHIRRINGA y COMPOTA. Estarán de acuerdo en la relevancia del tema.